El centro de los Ángeles se ha convertido en un campo de batalla. Manifestantes enfrentados a la policía, detenciones a granel, cócteles molotó, fuegos artificiales, saqueos, piedras. La ciudad está patas arriba. Y no, no es una película de Hollywood. El panorama es real, tan real que el propio Trump ha enviado tropas de la Guardia Nacional a patrullar las calles e incluso el secretario de Defensa, Pitt Hesset, ha autorizado el despliegue de cientos de marines. El resultado, arrestos por doquier, heridos, policías en apuros, en fin, una tensión política y social tremenda. La cuestión es, ¿por qué se protesta? ¿Y cómo de grave es la situación? ¿Qué ha hecho el gobierno? ¿Qué ocurrirá en Estados Unidos? A todo esto respondemos hoy aquí en Memoria de pez.
El sur de Estados Unidos en general y California en particular han sido históricamente el destino favorito para los inmigrantes venidos especialmente de América Latina. Su proximidad con México ha fomentado una migración constante a lo largo de décadas. De hecho, gran parte de lo que hoy en día es el sur de Estados Unidos, incluida California, fue hace no tanto territorio mexicano. Pero todo eso cambió con la guerra entre México y Estados Unidos, que tuvo lugar entre 1846 y 1848. De esto tenéis un vídeo en Memorias de Pez.
A lo largo del siglo XX y XXI, California ha mantenido una de las mayores poblaciones de inmigrantes en Estados Unidos con un gran número de personas de origen mexicano. La relación entre Estados Unidos y estos inmigrantes no ha sido siempre la mejor. En el pasado ha habido leyes y políticas discriminatorias. De hecho, en el siglo XIX había incluso impuestos a extranjeros no blancos. Pero a pesar de los periodos de restricción, la migración ha continuado y California, que ha sido uno de los grandes bastiones del progresismo en Estados Unidos, ha desarrollado una fuerte conciencia y una red de apoyo a las comunidades inmigrantes.
Y dentro de California tenemos la ciudad de Los Ángeles, una ciudad con una larga y rica historia de protestas y movimientos sociales, incluyendo importantes manifestaciones por los derechos civiles y de los inmigrantes. Los disturbios de 1992, aunque distintos en su origen, demostraron la capacidad de la ciudad para la movilización social masiva. Las comunidades latinas en particular han organizado históricamente marchas y acciones en defensa de sus derechos y el gobierno del estado de California, en mayor o menor medida, siempre les ha apoyado. El problema ha llegado cuando las políticas migratorias de Trump han chocado contra este enfoque pro inmigración del gobierno de California.
Como ya muchos sabréis, la administración Trump adoptó una postura de mano dura en materia migratoria, priorizando la detención y deportación de inmigrantes indocumentados y buscando construir un muro en la frontera con México. Trump ha impulsado una agenda que prioriza la deportación masiva de inmigrantes indocumentados, llevando a cabo redadas sorpresa en hogares y lugares de trabajo. Estas operaciones no solo buscan arrestar y expulsar a personas, sino que han generado un clima de miedo y ansiedad en las comunidades inmigrantes. Además, la retórica del presidente Trump, a menudo estigmatizante y deshumanizadora, hacia los inmigrantes, está encendiendo aún más la mecha de la indignación pública.
Pero como os decíamos antes, California is different. Y mientras Trump endurecía sus políticas a nivel federal, el estado de California se ha erigido como un bastión de resistencia. Bajo el liderazgo del gobernador Gavin Newsom, California no solo se negó a colaborar con la agenda migratoria de Trump, sino que activamente implementó y reforzó sus propias leyes para proteger a los inmigrantes. El Estado se consolidó como un estado santuario, lo que implicaba que las autoridades locales tenían una cooperación muy limitada con las agencias federales de inmigración. Esta postura está llevando a California a enfrentarse al gobierno de Trump en los tribunales, desafiando sus políticas y marcando una clara división en el enfoque de la inmigración.
Vamos, que de un lado tenemos a un gobierno central muy conservador, deportando inmigrantes y alzando la voz contra ellos. Y del otro tenemos a esos mismos inmigrantes apoyados por el gobierno progresista de California. Bien, ¿y qué es lo que ha prendido la mecha? Lo que realmente encendió las protestas en Los Ángeles fue la decisión de la administración Trump de desplegar agentes federales armados y vehículos blindados para realizar las redadas contra los inmigrantes. Esto se hizo de forma polémica, con nocturnidad y alevosía, ya que se hizo sin la aprobación ni la coordinación con el gobernador de California.
Para el gobierno californiano, esto no fue solo una operación policial, sino una invasión de la soberanía estatal y un intento directo de intimidar a las comunidades de inmigrantes. El gobernador de California, Newsom, que ya sonó en su día para sustituir a Biden, calificó estas acciones de autoritarias y dejó claro que California no permitiría que el gobierno federal dictara cómo debía manejar sus asuntos internos. La tensión escaló hasta el punto de que Trump incluso llegó a sugerir la posibilidad de arrestar a Newsom por su oposición.
Lo siguiente que ocurrió es que se dieron unas concentraciones pacíficas frente a un edificio federal de inmigración en Los Ángeles con los manifestantes coreando consignas y pidiendo el fin de las redadas. Unas redadas que tenían como objetivo la detención de 3.000 migrantes al día en todo el país. Poco a poco más gente se sumó a las protestas y la situación fue escalando. Pronto, miles de manifestantes abarrotaron las calles y la protesta pacífica derivó en enfrentamientos abiertos con las fuerzas del orden. Hubo momentos de auténtico caos. Algunos grupos bloquearon una de las autopistas principales de la ciudad, deteniendo el tráfico por completo y recibiendo a la policía a golpe de pedrada. La policía de los Ángeles, desbordada, respondió con gas lacrimógeno, balas de goma y granadas aturdidoras para dispersar a la multitud.
Además, la oleada de protestas no se quedó solo en Los Ángeles. En San Francisco y otras ciudades del estado de California también hubo protestas. Trump ordenó el despliegue de la Guardia Nacional e incluso Pitt Hesset ordenó el despliegue de las fuerzas armadas. Todo ello sin contar, como decíamos, con el beneplácito del gobierno de California, lo que añadió más leña al fuego. Llegados a este punto, muchos se preguntan, ¿qué puede pasar de aquí en adelante?
Todo esto, evidentemente, es muy peligroso y sienta un precedente. La oposición demócrata acusa al gobierno de Estados Unidos de romper la autonomía de los estados y de desacreditar a la policía local. De hecho, Gavin Newsom ya ha anunciado que estudia demandar al gobierno federal por extralimitación de funciones. Si la oposición logra el suficiente apoyo, podría abrir comisiones para investigar el uso político de las tropas federales. Además, este tipo de medidas tienden a radicalizar la oposición ciudadana y podrían dar pie a una oleada de protestas mucho más pronunciada a nivel nacional.
¿Y Trump, cómo puede solucionar esta papeleta? Bueno, sin entrar a valorar si las siguientes medidas son buenas o malas, opciones tenemos las siguientes:
- La primera es llegar a un pacto de estado en cuanto al problema migratorio. Parece lo más obvio, pero es lo más complicado de hacer a día de hoy, ya que el Congreso está enormemente polarizado y lograr acuerdos en este tema ha sido imposible.
- Otra opción es que el gobierno federal trabaje de la mano con las autoridades locales y estatales para gestionar así mejor la situación. Esto significaría invertir en centros de asilo, apoyar económicamente a ciudades que reciben muchos inmigrantes, coordinar la distribución de migrantes por distintos estados para que no se saturen unos pocos lugares y cosas por el estilo. Pero al igual que pasa con el anterior punto, la tensión es demasiado alta y hay pocos incentivos a día de hoy para que el gobierno de California y el gobierno federal cooperen.
- Por último, a Trump siempre le queda la otra opción que es la mano dura. Y es que Trump está convencido de que la manera de resolver la inmigración irregular es a golpe y porrazo: redadas masivas, endurecimiento del acceso al país o, como ya hemos visto, hacer presión a gobiernos extranjeros para que cooperen con sus políticas migratorias.
Lo que está claro es que Los Ángeles se ha convertido en el epicentro de una batalla mayor sobre la inmigración, así como en el tablero de una guerra entre el gobierno federal y el gobierno de California. Una batalla que amenaza con extenderse a otros estados, especialmente a los estados demócratas, y abrir así una crisis social y política mucho mayor.
¿Se extenderán las protestas? ¿Podrá la administración Trump reducir la inmigración sin avivar conflictos internos?
